El pecado de amarme se apodera de mis ojos, de mi alma y de mí todo; y para este pecado no hay remedio pues en mi corazón echó raíces. Pienso que es el más bello mi semblante, mi forma, entre las puras, la ideal; y mi valor tan alto conceptúo que para mí domina a todo mérito. Pero cuando el espejo me presenta, tal cual soy, agrietado por los años, en sentido contrario mi amor leo que amarse siendo así sería inicuo. Es a ti, otro yo mismo, a quien elogio, pintando mi vejez con tu hermosura.